El rey va desnudo

Publicado en El Nuevo Herald 2-7-2017

En menos de tres semanas, el presidente Donald Trump ha creado un torbellino tras otro. La primera pelea –que continúa– fue con la prensa. Se enfureció por las fotos que indicaban claramente una multitud mucho menor en su inauguración que la que asistió a la de Barack Obama hace ocho años. En defensa de la versión que ofreció sobre el asunto Sean Spicer, el secretario de Prensa, Kellyanne Conway, consejera del Presidente, acuñó la frase “alternative facts”, o “datos diferentes”. Quizás el mismo término se aplique a las repetidas declaraciones de Trump de que se trata de “fake news”, o noticias falsas, cada vez que está en desacuerdo con cualquier información.

Además de enviar sus famosos “tweets”, Trump se ha dedicado a firmar órdenes ejecutivas. La más controvertida ha sido la eliminación del programa de refugiados y la prohibición –en algunos casos por 90 días, en otros por un período indefinido– de la entrada a Estados Unidos de individuos de siete países, todos de población mayoritariamente musulmana. Por no consultar debidamente, cuando se puso en efecto, la orden creó situaciones innecesariamente inhumanas. Miles de vida se han visto afectadas. Incluso una persona murió por no poder recibir el tratamiento médico que necesitaba. Recientemente, un juez en Seattle ha declarado que la ordenanza viola la Constitución y no puede ponerse en vigor. El Presidente perdió la primera apelación pero continúa el proceso legal. Posiblemente llegue hasta la Corte Suprema.

Portada de la revista alemana Der Spiegel

Portada de la revista alemana Der Spiegel

Lejos de ayudar a la seguridad del país, la medida nos ha colocado en una situación peligrosa. Nutre la narrativa propagandística de los terroristas en contra de Estados Unidos. El famoso “ban” no sólo ha creado críticas y protestas internas, sino en el mundo entero. La disputa con México se venía venir, pero también se ha tensado la relación con otros aliados, como Australia y la Unión Europea, que ha expresado sin timidez que ve la política exterior estadounidense como una amenaza.

La campaña electoral anticipaba esta retahíla de sinsentidos. Asombra positivamente, sin embargo, la rapidez con que está actuando la oposición. Las mujeres salieron en masa a protestar al día siguiente del juramento presidencial. Hay críticas frecuentes de senadores y congresistas, principalmente demócratas, pero también algunos republicanos; miembros del cuerpo diplomático; abogados; jueces; firmas comerciales; actores. El nivel de aprobación del Presidente ha descendido al 44%.

¿Qué ha pasado? Donald Trump no tiene idea de cómo gobernar un país. Podría aprender. Pero existe algo más peligroso. El Presidente sufre de un trastorno de personalidad que no le permite aceptar la realidad cuando él no es el mejor, el más brillante, el ganador en cualquier campo. Trump se cree sus mentiras. Ya muchos estadounidenses han comprendido que el rey va desnudo. Intuyen que la base de la democracia está en juego. Estamos ante un caso inédito en la historia de Estados Unidos. Hay un loco con delirios de grandeza al frente del país más importante del mundo. No en balde el libro de Orwell, 1984, sobre un estado dictatorial, está de pronto entre los más vendidos. No soy la única que tiene miedo.

¿Qué va a suceder? Es posible que Donald Trump no termine los cuatro años de presidencia. En algún momento, ya sea por los conflictos de intereses de Trump o por la firma de órdenes ejecutivas que violen la Constitución, el Congreso se verá obligado a comenzar el proceso legal para ponerle fin a su presidencia.

Las democracias se curan con más democracia. Un resultado positivo de esta debacle pudiera ser una mayor participación del ciudadano común en el proceso político, un cese de la falta de cooperación entre miembros de ambos partidos, y, en el exterior, que Europa olvide sus rencillas internas ante la amenaza de un adversario común.

Ojalá mis temores sean infundados. Ojalá existan personas sensatas cerca de Trump que logren ponerle la camisa de fuerza. Por el momento, lo importante es no cruzarse de brazos. Usemos cuánto esté a nuestro alcance para influir a congresistas, gobernadores, jueces, personas en posiciones de poder. Debemos escribir cartas. Mandar correos electrónicos. Utilizar las redes sociales. Crear opinión pública. También las órdenes ciudadanas funcionan.

Escritora y periodista cubana

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